sábado, 11 de diciembre de 2010

Diminuta situación

La cerecita era tan pequeñita como rojita, tan minusculita como la patita de una tortuguita, que estaba tan arrugadita como una plantita sequita, tan sequita como el ojito del minúsculo malvadito diablito, que no era rojito, si no que era verdecito y todos lo confundían con un espectrillo o con un “extraterrestrecito”. Esa era la pena más grande del diablito que era enorme,pues nadie podía pensar que un duendecillo podía ser tan malvadito, como lo era este diablito. Todos sus diminutos actos de maldad pasaban desapercibidos, nadie le prestaba atención. Cuando hacia una acción con maldad la gente decía “Que lindo que divertido este espectrillo” o “que simpático este extraterrecito”. El diablito estaba enfurecido con el mundo y sus malvadas acciones cada vez eran más y más. Lo único que lo consolaba era su ojito sequito, que cuando él se enojaba se le ponía rojito; entonces ahí se miraba en el espejo y se imaginaba todo rojo y presumía de su pequeñísimo ojito. Un día estaba tan enojado que se puso a romper las cosas de la cocina, primero rompió un plato y seguía enojado así que también rompió un vaso, y se corto uno de sus deditos (su favorito) y comenzó a salir sangrecita por todos lados, primero le dio miedo y le ardía “muchito” , pero después vio que era roja y salto de alegría y cantaba y se seguía cortando todos sus deditos para ver el rojo por todos sus musculitos, un rato después lo encontró un señor y dijo “Pobre diablito esta muertito”.

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